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Llamados por Nombre

Dice el Señor: Te puse nombre, mío eres tú. –Isaías 43:1

Nos habíamos mudado recientemente a una nueva ciudad. Aunque habíamos comenzado a conocer a algunas personas, todavía me sentía extraña. Un día en el supermercado alguien me llamó: “Hola, Magda”. Mi nueva amiga me había saludado por mi nombre, y eso me agradó mucho. Me hizo sentir que estábamos comenzando a ser parte de la comunidad.

Gracias, Padre, por darnos a cada uno un lugar especial en tu familia que nadie más puede ocupar. Amén.

A Dios también le gusta llamarnos por nuestro nombre. La Biblia está llena del toque personal de Dios, ejemplificado con: “Moisés, Samuel, María”. Cuando Jesús visitó Jericó, una gran multitud se reunió en la calle. Pero eso no impidió que Jesús buscara al recaudador de impuestos, que se había subido a un sicómoro, y lo llamara por su nombre: “Zaqueo, date prisa, porque hoy es necesario que me hospede en tu casa”. La historia no nos dice cómo es que Jesús sabía el nombre de Zaqueo, pero conlleva un mensaje vital: “No estás perdido en la multitud. Eres importante para mí”.

Otras personas pueden hablarnos con un impersonal: “Oye, tú”. Pero Dios jamás lo hace. Dios nos llama a cada uno por nuestro nombre, afirma nuestra identidad y nos asegura que somos importantes. Nadie más puede ser quien Dios nos ha llamado a ser. “El te ama inmensamente y te conoce”