El Amor del Padre
El atleta Derek Redmond y Jim Redmond, su padre. Era un atleta lesionado tendido en el suelo en la carrera de 400 metros en Barcelona 92. Pero alguien lo ayudó a llegar a la meta: “SU PADRE”
Una historia de un padre e hijo pocas veces vista en los Juegos Olímpicos. Se trata del exatleta británico Derek Redmond, quien nunca ganó ninguna medalla ni tampoco rompió un récord olímpico pero no ocupó de eso para hacer historia.
El atleta de 400 metros lisos llegaba a Barcelona como uno de los grandes favoritos para ganar la prueba. Un año anterior, había conseguido en el mundial de atletismo la medalla de oro en el 4 x 400 derrotando en la final a Estados Unidos en una de las carreras más emocionantes de todos los tiempos. El atleta ocupará un lugar especial por haber protagonizado uno de los momentos más emocionantes de la historia olímpica de los últimos tiempos. En los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 logró llegar a la meta y finalizar la competencia con la ayuda de su padre.
En el comienzo de la carrera en Barcelona ’92, todo marchaba bien para el atleta y era uno uno de los candidatos para lograr el oro, pero faltando 150 metros para acabar, el músculo de Redmond que había sido operado se desgarró y cayó de rodillas en el suelo.
Jim Redmond, padre del corredor, había observado todo lo sucedido ubicado en una de las tribunas. Lamentó por un instante cuando vio a Derek despidiéndose nuevamente del sueño de ganar una medalla, pero rápidamente se olvidó de su pesar y saltó a la pista.
“Aquí estoy, hijo”, le dijo Jim, tras eludir a los controles de seguridad que intentaron impedir que le acompañara.
Rápidamente su padre lo auxilió: fue ahí cuando Redmond no se rindió y decidió terminar la carrera con casi una sola pierna.
Entre lágrimas, sin poder ocultar el inmenso dolor, Derek siguió el camino hacia la meta, dejándole claro a las 65 mil personas que lo alentaban en el estadio. “No lo estaba haciendo por la gente. Lo estaba haciendo por mí”, diría Redmond después.
Así es nuestro Padre Celestial, cuando nos ve en medio de un sufrimiento, dolor o enfermedad, viene inmediatamente y nos abraza y no nos deja hasta que logramos llegar a la meta. Jesús dijo: “Estaré con ustedes hasta el fin del mundo” . “Así es mi Padre Celestial”.