Muchas veces de repente, nos sorprenden algunas situaciones que nos pueden cambiar por completo nuestro ritmo de vida. Puede ser una enfermedad, problemas en nuestro matrimonio, carencia de trabajo y otras muchas cosas que pueden ocurrir…
Recuerdo un testimonio que hace tiempo leí, por favor escuche con atención decía lo siguiente:
Si yo tuviera la oportunidad de mencionarle dónde comenzó el proceso de endeudamiento, usted se quedaría asombrado. Era el asunto que más rondaba mi mente, como un niño inquieto al que le prohíbes salir a la calle y revolotea a tu alrededor hasta que por fin le otorgas el permiso. Así me sentía yo. Aunque quisiera dejar de pensar en el volumen de deudas, estaban ahí, latentes.
Desempleado, con las puertas cerradas para adquirir nuevos créditos, mi esposa me recomendaba una nueva llamada al último taller en el que había dejado la hoja de vida. La imperiosidad de ponerme al día con la colegiatura de mis dos pequeños hijos, me estaba llevando a estar sumido en la desesperación. Para escapar me encerraba en una habitación y permanecía así, en la penumbra, por horas. Ni siquiera abría las cortinas de la ventana. Deseaba estar lejos de todo y de todos.
Cuando no había salida y en lo que yo consideré una alternativa inverosímil e inapropiada, escuché la radio. Era una estación cristiana. ¡Jamás me había gustado nada que se asociara con religión! Sin embargo me decidí a escuchar. Y lo hice con detenimiento. El mensaje era impactante. Invitaba a aceptar a Cristo en el corazón y a pedirle ayuda en medio de las crisis.
En el momento en que lo hice, fue como si algo en mi interior se despejara y cayera enfrente sus ojos un velo. Comprendí que con ayuda de Dios no existe laberinto sin salida. Que siempre hay una puerta para escapar de la encrucijada. Que hay una nueva oportunidad para reemprender el camino…
¿Qué Hacer en momentos Difíciles?
La peor decisión que podemos asumir es la de convencernos de que en los momentos de crisis, podemos salir airosos sin ayuda de nadie. Que tenemos la capacidad suficiente para sobreponernos a cualquier dificultad.
Una actitud así, autosuficiente, que excluye a Dios, generalmente termina en frustración. La solución estriba en permitirle a Él que esté presente en todas las circunstancias de nuestra vida, favorables o desfavorables.
El asunto lo ilustraremos leyendo un pasaje que se encuentra en el evangelio de Mateo, capítulo 8, versículos del 23 al 26.
El versículo 23 dice:“Jesús subió a la barca, y sus discípulos lo acompañaron.” ¡Qué diferente es todo cuando Jesucristo está en nuestra vida! No hay problema, por grande que parezca, que no tenga solución.
Los problemas siempre estarán ahí
¿A quién le gusta estar inmerso en problemas? Sin duda que a nadie. No obstante los problemas siempre aparecen, aunque no los busquemos. Son algo inherente al ser humano.
Una vez Jesús estuvo en la barca con sus discípulos, se produjo una situación inesperada.
“En esto se desató sobre el lago una tormenta tan fuerte que las olas cubrían la barca. Pero Jesús se había dormido.” (Versículo 24).
Las dificultades, que emergen cuando menos las esperamos, roban nuestra tranquilidad y es probable que nos lleven a pensar que no hay esperanza, que todo está perdido. Pero no se deje embargar por el temor. ¡Todavía hay esperanza!
No se ahogue… busque al Señor Jesús
No se ahogue teniendo a mano la oportunidad de salvarse. Cuando aparezcan las situaciones difíciles, préndase de la mano del Señor Jesús. Vaya a Él en oración. Expóngale su problema. Permítale que le brinde ayuda.
Los discípulos, ante lo complejo del momento, fueron en su búsqueda: “Entonces sus discípulos fueron a despertarlo, diciendo: ¡Señor, sálvanos! ¡Nos estamos hundiendo!” (Versículo 25).
Las dificultades no deben movernos de nuestro lugar. Por el contrario, si tenemos fe, debemos tener la certeza de que saldremos airosos, que nada ni nadie nos podrán derrumbar.
Derribe los muros de la incredulidad
La fe es esencial para sortear todas las circunstancias dificultosas que salgan a nuestro paso. Y la fe no toma origen en nuestras capacidades sino en el poder de Dios, que nos hace fuertes, dispuestos para dar la batalla y vencer.
El texto bíblico sigue diciendo que fueron en busca del Señor Jesucristo, “Él les contestó:–¿Por qué tanto miedo? ¡Qué poca fe tienen ustedes! Dicho esto, se levantó y dio una orden al viento y al mar, y todo quedó completamente tranquilo.” (Versículo 26).
Es probable que atreviese un período de crisis tan profundo, que haya perdido la esperanza. Sin embargo ¡cuidado! Todavía hay oportunidad. Está en Jesucristo. Vaya a Él en oración. Clame por ese milagro. ¡Sin duda ocurrirá! Hoy es un nuevo día… Hoy es el día de milagros…