Pensemos en el padre que tiene un hijo pequeño a quien ama mucho. El padre tiene un reloj valioso y le dice a su hijo: “No juegues con mi reloj. Se podría romper”.
El padre sale. El hijo mira el reloj y decide jugar con él de todas maneras. Y tal como se le había dicho, el reloj se rompe.
Cuando el padre regresa, encuentra el reloj roto. El hijo confiesa que él lo rompió. El padre le dice: “Tú me desobedeciste. Tendrás que ir a tu cuarto y quedarte allí hasta que el reloj esté reparado”.
El hijo no está nada feliz. Sabe que fue malo desobedecer a su padre. Mientras tanto, el padre tampoco está feliz. El ama a su hijo y no soporta estar separado de él. Pero tiene que enfrentar la desobediencia de su hijo.
¿Qué hace el padre? Decide reparar el reloj. Lo repara de manera perfecta. Y luego se acerca a su hijo. Cuando el hijo ve al padre, se echa a llorar y exclama: “Papá perdóname por romper tu reloj. Yo no sé cómo repararlo”.
El padre toma a su hijo en los brazos y lo besa y le dice: “Te perdono hijo. Yo reparé el reloj“.
Ahora el hijo puede disfrutar de su padre. Sabe dos cosas: Sabe que ha sido perdonado, y sabe cuánto le ama su padre. Dice: “No sabía que mi padre me amaba tanto”.
Aunque hemos desobedecido a Dios muchas veces, Él nos ama con todo Su corazón. No soporta que estemos separados de Él, pero tiene que enfrentar nuestro pecado.
Dios dió a Jesús para ser nuestro “Cordero”
En el Antiguo Testamento, Dios le dijo a Su pueblo que ofreciera un animal, generalmente un cordero, como sacrificio por sus pecados. Un hombre le llevaba un cordero al sacerdote. El sacerdote ponía sus manos sobre la cabeza del cordero y decía algo como esto: “Yo he pecado, pero Dios ha permitido que este cordero muera por mis pecados”. Entonces el cordero era muerto. Y la sangre del cordero era derramada.
¿Qué le estaba enseñando Dios a Su pueblo? Les estaba enseñando que el pecado es tan terrible que algo tenía que morir. La Biblia dice:
Sin derramamiento de sangre no se hace remisión [perdón de pecados] (Hebreos 9:22).
Cuando un cordero moría por los pecados de una persona, era una “figura” de cómo Jesús algún día moriría por nuestros pecados. Cuando Jesús vino, Juan el Bautista dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (Juan 1:29).
¿Qué queremos decir cuando decimos que Jesús es el “Cordero de Dios”? Queremos decir que Jesús es el sacrificio perfecto para los pecados de todas las personas que han vivido o vivirán.
Es como si Dios estuviera diciendo: “Por miles de años me han estado trayendo sus corderos. Ahora yo proveeré un Cordero para ustedes. Estoy dando a Mi Hijo para que Él sea el ‘Cordero’ de ustedes”.
El Señor Jesús vino para ser el sacrificio perfecto por todos los pecados de todas las personas. ¿Terminó el trabajo que vino a hacer? Sí, lo terminó de manera perfecta. Poco antes de morir, exclamó: “¡Consumado es!” Él había terminado el trabajo que vino a hacer.
Dios Perdona Todos Nuestros Pecados
Dios no perdona nuestros pecados a base de lo que nosotros hacemos por Él, sino por lo que Cristo ha hecho por nosotros. Dios te enseña que si tú confías en Su Hijo como tu ‘Cordero’, ¡El te perdonará tus pecados para siempre! Hablando del Señor Jesús la Biblia dice:
De éste [Jesús] dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre (Hechos 10:43).
“Remisión de pecados” significa que ¡Dios perdona todos mis pecados por siempre! El perdón que Dios me da cuando recibo al Señor Jesús como mi Salvador es perdón eterno. Es perdón de todos mis pecados—pasados, presentes y futuros.
Quizás estés pensando: “Puedo entender cómo Dios puede perdonar mis pecados pasados y mis pecados presentes, pero ¿cómo puede perdonar mis pecados futuros—pecados que aún no he cometido?”
Dios conoce todas las cosas—pasadas, presentes y futuras. El ve mi vida completa, desde el principio hasta el fin. Dios dio a Su Hijo para morir por todos mis pecados. Cuando Cristo murió, ¿cuántos de mis pecados los iba yo a cometer en el futuro? En ese entonces, todos mis pecados los iba a cometer en el futuro. Pero Dios los vio todos y Cristo murió por todos mis pecados.
Dios me ha perdonado todos mis pecados. Él no guarda rencor contra Sus hijos por ningún pecado. Todos nuestros pecados los ha quitado completamente de Su vista. Él dice que ni siquiera los va a recordar. Dios dice:
Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones (Hebreos 10:17).
¿Qué pasa cuando peco después de ser salvo?
En el momento en que recibí al Señor Jesús como mi Salvador, Dios me dio perdón eterno. O sea, Él perdonó mis pecados—pasados, presentes y futuros. Dios es mi Padre celestial, y yo soy Su hijo para siempre.
Ahora, cuando peco, no pierdo mi relación con mi Padre celestial; sigo siendo Su hijo. Aunque el niño rompió el reloj de su padre, seguía siendo su hijo. Pero perdió su comunión con su padre y se sentía infelíz.
El pecado rompe mi comunión con mi Padre celestial; pierdo mi gozo. Cuando esto sucede, necesito otra clase de perdón, el cual llamamos el perdón de comunión.
Mi Padre celestial me ha dicho lo qué necesito hacer para arreglar las cosas con Él de nuevo. Necesito confesarle mi pecado. La Biblia dice:
Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1:9).
Si yo pequé contra otra persona, también debo confesarle mi pecado y pedirle perdón. Si me enojé y dije cosas crueles a alguien, debo pedir que me perdone. Entonces puedo acercarme a Dios en oración y decir algo como esto:
“Padre, me enojé y le dije cosas malas a (tal persona). Le pedí perdón. Ahora estoy confesando este pecado a Ti y Te pido que me perdones en el Nombre de Jesús”.
¿Cuándo debo confesar mi pecado a Dios? Debo confesar mi pecado en cuanto me dé cuenta que he pecado. No debo esperar hasta después. Debo acercarme al Padre en oración de inmediato y confesar mi pecado a Él. Cuando lo hago, Él me perdona de inmediato. A Dios le da gran gozo perdonarnos. El Señor Jesús vino para demostrarnos con Sus palabras y Sus hechos que Dios nos ama con todo Su corazón. Jesús utilizó historias llamadas “parábolas” para ayudarnos a comprender la verdad de Dios.
En Lucas capítulo 15, Jesús contó la historia del “Hijo Pródigo“. La palabra “pródigo” significa desobediente e irresponsable. En esta historia, el padre representa a Dios el Padre y el hijo pródigo nos representa a ti y a mí. En esta parábola, cierto hombre tenía dos hijos. El hijo menor deseaba irse de la casa y hacer lo que él quisiera. Pidió que su padre le diera su parte de las riquezas de la familia. Nos podemos imaginar que el padre le rogó a su hijo que se quedara, pero el hijo estaba decidido a irse.
El padre le dio al hijo su porción de la herencia. El hijo tomó lo que su padre le había dado y se fue a un país lejano. Allí malgastó su herencia en una vida pecaminosa.
El hijo gastó todo su dinero haciendo cosas pecaminosas, así que no le quedaba dinero para comida. Además, había una gran hambre en la tierra. No había llovido por mucho tiempo, así que no había cosechas.
El hijo entonces se encontraba en unas condiciones terribles. Estaba sucio y vestía harapos. El único trabajo que podía encontrar era cuidar unos cerdos. Tenía tanta hambre que deseaba comer las algarrobas que le estaba dando a los cerdos.
Un día, el hijo empezó a pensar en la casa de su padre y en todas las cosas buenas que había allí. Dijo: “¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros”.
Se levantó y regresó a su padre. Esto es lo que la Biblia llama arrepentimiento. El arrepentimiento es dar la media vuelta. Cuando usted se da cuenta que ha estado yendo en la dirección equivocada, da la media vuelta y camina hacia Dios. Eso es arrepentimiento.
En el largo camino de regreso, el hijo sin duda se preguntaba cómo lo recibiría su padre. ¿Estaría enojado con él? ¿Le diría que ya no podía regresar después de lo que había hecho? ¿Cómo lo recibió el padre? Jesús dijo: “Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó”.¿Cómo nos recibe Dios?
Quizás tú crees que eres salvo, pero no estás muy seguro. No sigas dudando. Arregla el asunto de una vez por todas. Dile al Señor: “Señor Jesús, si nunca he confiado en Ti como mi ‘Cordero’, como el que murió por todos mis pecados, entonces lo estoy haciendo ahora mismo. ¡Te recibo como mi Salvador ahora mismo!”
Quizás tú confiaste en Cristo como tu Salvador hace tiempo, pero no has estado viviendo para Él. Ahora quieres regresar a Dios, pero no sabes cómo te recibirá. La historia del hijo pródigo te muestra cómo te recibirá Dios.
No esperes más. Ven a Él ahora. Ven así como estás. Descubrirás que Dios es mucho más misericordioso y mucho más amoroso de lo que jamás hubieras imaginado. ¡El te dará la bienvenida con gozo!
La Verdad de Dios
Para poder disfrutar de Dios, debo saber que todos mis pecados son perdonados y saber lo qué siente El por mí. Dios me dio al Señor Jesucristo como mi “Cordero”. Puesto que el Hijo de Dios murió por mis pecados, y yo le he recibido como mi “Cordero”, Dios ha perdonado todo mis pecados—pasados, presentes y futuros. Lo mejor de todo es que ahora sé lo que Dios siente por mí en este mismo momento. ¡Él me ama con todo Su corazón!
Yo Creo
“Padre, yo creo que Tú diste a Tu Hijo para ser mi ‘Cordero’. ¡Gracias porque soy Tu hijo perdonado para siempre! Gracias por mostrarme qué es lo que Tú sientes por mí ahora —gracia porque me amas con todo Tu corazón. Yo también quiero amarte con todo mi corazón y quiero agradarte”.